A veces, cuando sentimos dolor en la espalda, también notamos que respirar se vuelve más difícil.
¿Por qué sucede esto? La explicación tiene que ver con cómo se conectan los músculos del cuerpo.
La relación entre la espalda y la respiración
Los músculos de la espalda, sobre todo los de la parte superior como el trapecio y el dorsal ancho, trabajan en equipo con los músculos del pecho cada vez que respiramos. Incluso los músculos de la espalda baja están conectados con el abdomen y el diafragma, que también intervienen en la respiración.
Cuando la espalda está muy tensa o lesionada, esos músculos pueden doler y limitar el movimiento natural del cuerpo. Esto puede afectar la capacidad para respirar con normalidad, generando molestias e incluso sensación de ahogo.
Que lo causa?
Según el sitio Cure-back-pain.org, hay dos causas principales del dolor de espalda que dificulta la respiración:
Lesiones musculares: Son bastante comunes y pueden aparecer después de realizar esfuerzos físicos intensos, como levantar peso, practicar deporte o realizar movimientos repetitivos. Si los músculos se inflaman o se dañan, pueden doler al moverse, y como la respiración involucra muchos de ellos, eso también se resiente.
Condiciones médicas más graves: En algunos casos, el dolor puede deberse a enfermedades cardíacas o pulmonares, como una afección respiratoria seria o incluso cáncer de pulmón. Por eso, es importante prestar atención a los síntomas y no dudar en consultar a un profesional.
¿Qué efectos puede tener?
Si el dolor al respirar se mantiene por varios días, es posible que aparezcan espasmos musculares en la espalda. Estos espasmos son una especie de “defensa” del cuerpo para evitar que te muevas de más, pero pueden ser muy incómodos y limitantes. Además, al no respirar bien, los músculos reciben menos oxígeno, lo que empeora el dolor y prolonga el malestar.
¿Qué podés hacer para aliviarlo?
Respirá lento y profundo: Las respiraciones controladas ayudan a relajar los músculos y reducir el dolor.
Descansá lo necesario: Evitá esfuerzos innecesarios para no sobrecargar la zona afectada.
Aplicá frío o calor: Ambos pueden ayudar a calmar la inflamación y relajar los músculos.
Movete suavemente: Ejercicios de estiramiento y movilidad suave, siempre sin dolor, pueden acelerar la recuperación.
Consultá a un profesional: Si el dolor persiste o te cuesta respirar con normalidad, no lo ignores.
Visitá a tu médico o acudí al centro de salud más cercano.
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